EL SÍNDROME DE LA IMPOSTORA, PERCEPCIONES Y EXPERIENCIAS

El síndrome del impostor/a es el nombre que se le da a un fenómeno psicológico en el que la persona afectada carece de la autoestima y la confianza suficiente para el desarrollo óptimo de sus funciones en cargos de poder. Las personas afectadas tienen dificultades para interiorizar sus logros y aptitudes. Viven con el miedo constante de que en algún momento se revele que son un fraude y que por tanto, no son merecedoras de la situación de poder en la que se encuentran. Esta infravaloración personal se compensa poniendo más esfuerzo y aumentando la carga de trabajo, llegando a acarrear consecuencias negativas en el rendimiento laboral y la potencial aparición de síntomas ansiosos y depresivos. Si bien este fenómeno psicológico se ha descrito en ambos géneros, es más prevalente en mujeres, lo cual se relaciona con los estereotipos de género de la sociedad patriarcal en educación, trabajo, relaciones personales etc. y representa un freno para la consecución de la equidad de género todos los ámbitos profesionales, incluyendo las posiciones de liderazgo.

 

 

Este blog recoge las percepciones y las experiencias vividas por diversas mujeres cuyo trabajo está relacionado con el ámbito de la salud y que en algún momento han reconocido estar limitadas por el llamado síndrome de la impostora ¿Reconoces algunos de estos relatos en tu vida profesional o en la de compañeras cercanas a ti? 

 

 

1.¿Crees que sufres el síndrome de la impostora? ¿Por qué?

 

 

Elena MC: Creo que sí, cada vez soy más consciente de ello. Cuando comparo mi CV con el de algunos compañeros y escucho cómo hablan de sí mismos pienso: “me encantaría ser capaz de hablar así de mi misma”. Ya que muchas veces no tienen más experiencia que yo, pero se valoran más a sí mismos o tienen la confianza de responder de cierta manera respecto a sí mismos, que yo nunca he tenido. Y soy consciente de que esto le pasa a muchas compañeras. Además, existe el factor edad. ¿Cuántas veces habremos pensado “soy demasiado jóven” para estar aquí (en un trabajo en concreto)? Pensando que no te lo mereces, o que no van a hacerte caso. Pero no es solo un auto-boicoteo, por supuesto hay muchos factores externos (sociedad patriarcal, normas de género, familia, relaciones de poder en el trabajo etc.). Muchas veces pienso “¿Cuándo se darán cuenta en mi trabajo que soy un fraude, que no sé hacer esto o aquello?” O tener pesadillas pensando que me despedirán porque no sé hacer algo o lo he hecho mal… ¿Os pasa?. Yo muchas veces no me creo merecedora de la suerte que tengo del trabajo que tengo. Me planteo a cuántas de vosotras, y de vosotros, os pasa lo mismo…

 

 

Ana: Es una impresión constante, una fuerza invisible reforzada por cada vez que alguna persona (normalmente un hombre) quita importancia a lo que digo o se apropia de la idea que había mencionado justo hace un momento. Justamente este sábado y entre un ambiente distendido, alguien felicitó al hombre que estaba a mi lado por una idea que había dado yo, le dije privadamente, es cierto, es buena idea pero la había dicho yo, no él. En ese mismo momento me di cuenta: había utilizado una estrategia para superar el síndrome de la impostora y a la vez me estaba sintiendo ruda al reclamar mi autoría. Es un sentimiento complejo que juega en distintas direcciones. 

 

 

Mariana: Yo creo que sí. Me identifico con lo descrito, muchas veces dudo de lo que sé, de mis conocimientos, y de mis capacidades, en situaciones en las que no tengo motivos para dudar de mi misma. Casi automáticamente que valoró los logros y experiencias de los demás y no confio en mi misma y disminuyo mis propios logros. Por ejemplo, cuando me invitaron para trabajar en un nuevo proyecto mi primer pensamiento fue “solo me invitan porque no hay nadie más disponible.” Me costó pensar que en realidad era porque conocían mis trabajos anteriores y simplemente querían trabajar conmigo.

 

 

Laia: Creo que sí. A lo largo de mi carrera profesional, cada vez que he llegado a un nuevo lugar o grupo de trabajo, he tenido la sensación de que me habían sobrevalorado y que pronto se darían cuenta de que no merecía estar ahí. El miedo a defraudar me ha impedido en muchos contextos expresar mis opiniones profesionales con espontaneidad y me ha llevado a planificar meticulosamente mis intervenciones. Tampoco doy publicidad a mi trabajo ni hablo de él fuera de círculos de confianza, porque siempre pienso que no es merecedor de ello. La presión y el aumento de la carga de trabajo que conllevan estas situaciones puede ser agotador y en ocasiones contraproducente. Además, ver que otras personas sí son capaces de expresarse sin estas barreras me ha hecho minusvalorar mi capacidad en el ámbito profesional y me ha causado frustración conmigo misma. Creo que mi condición de migrante y la barrera lingüística y cultural en ocasiones también han jugado un papel importante en este aspecto. 

 

 

Elena: Sí. Desde hace tiempo y en numerosas ocasiones me he negado a mi misma el éxito en el ámbito de los estudios y laboral. Ese éxito en mis resultados lo atribuyo de forma automática e inconsciente al azar,  sin tener en cuenta el esfuerzo que realmente he invertido en conseguir el logro. Cuando sientes que las cosas vienen dadas porque sí y no por el esfuerzo propio empleado se hace muy difícil recibir halagos o agradecimientos por las cosas bien hechas, los cuales siempre se acaban negando o rechazando ya que no sentimos que  los merezcamos. En mi caso creo que esta sensación se debe en parte a mi condición de mujer joven y de pequeña estatura que ha de estar a la misma altura o superior que sus compañeros varones. Esto me ha llevado a sentirme en muchas ocasiones con una baja autoestima.

 

 

2.¿Cuándo y cómo te diste cuenta?

 

 

Elena MC: Realmente hace muy poco. Quizás el año pasado, ya que cada vez se habla más abiertamente de ello. Seguramente, escuchando algún vídeo de Instagram donde lo mencionaban o leyendo algún libro (creo que fue el de Carme Valls, “Mujeres invisibles para la Medicina”). Indagando un poco, creo que nunca nos han enseñado (a nosotras) a creernos nuestros méritos, sino todo lo contrario. Se nos enseña a no destacar, a no llamar la atención y por eso puede ser que nunca nos terminemos de creer el mérito que tiene todo lo que hemos conseguido. 

 

 

Ana: Experimentaba diversas incomodidades, pero no le había puesto nombre. A lo largo de mi carrera he visto como muchas mujeres justificaban este síndrome del impostor, por ejemplo, una líder de grupo decía que usaba esta misma técnica (la de sugerir a un hombre una idea que sabía que si lo decía ella no iba a ser exitosa) como un mecanismo para influir. Es una lástima que tengamos que invisibilizar nuestro papel en los órganos de decisión porque somos conscientes de que nuestra voz es menos influyente. Hay que llamar la atención de todos y todas para cambiar estos patrones de comportamiento. 

 

 

Mariana: Creo que desde que se empezó a hablar del tema en la esfera pública. Empecé a reflexionar sobre mi forma de pensar e identifique lo descrito con muchas situaciones que había experimentado. Creo que fue una percepción más o menos presente en mi vida, una duda constante conmigo misma, en la cual me cuesta reconocer mis logros. También creo que mucho viene de una educación recibida como niña, en la cual no se desarrolla la autoconfianza y a valorar tus propios méritos. 

 

 

Laia: Recientemente, escuchando una charla sobre el tema en la que comentaron aspectos en los que me vi reflejada. La verdad es que nunca me lo había planteado con esos términos. Lo que sí sabía era que en ocasiones yo misma me ponía dificultades a la hora de desarrollar mi trabajo. Por ejemplo, en ocasiones he pasado una cantidad de horas innecesarias preparando una presentación para estar a la altura, siendo muy detallista, lo cual me ha impedido terminar en el plazo de tiempo del que disponía. No hace mucho también me lo planteé como un tema de género al encontrar a un compañero de mi edad, al cual respeto mucho, en un cargo de alta responsabilidad. Mi compañero es merecedor de ese cargo, pero la situación me hizo reflexionar que seguramente mis compañeras y yo no postularíamos ni alcanzaríamos ese cargo a nuestra edad por falta de confianza en nosotras mismas. Lo que no sabía y no había relacionado es que todo esto pueden ser aspectos del síndrome de la impostora.  

 

 

Elena: Hace tiempo escuché un podcast del instituto de psicología positiva sobre este síndrome. Desde entonces le puse nombre a esa sensación y  mal hábito mental que durante tanto tiempo había tenido. Me considero una persona muy autoexigente y creo que, en parte, este síndrome siempre me ha afectado en mayor o menor grado. Aunque sin duda, la peor época de su manifestación ha sido durante los primeros años en el mundo laboral. Estar en un entorno en el que continuamente se compite de forma invisible por ser el que más sabe, el que mejor trata a los pacientes o es mejor cirujano (en mi caso) me ha hecho cuestionarme en muchas ocasiones como he llegado hasta aquí, como voy a conseguir lo mismo que mis compañeros, como voy a alcanzar esa excelencia que se pide y dudar de mi potencial y capacidades. 

 

 

3.¿Reconoces el síndrome de la impostora en tus compañeras de trabajo u otras mujeres de tu círculo social y familiar?

 

 

Elena MC: Sí, yo creo que en casi todas las mujeres de mi círculo social y profesional. No nos valoramos lo suficiente y pensamos que no nos merecemos un ascenso, un mejor puesto, mejor salario, o que estamos pidiendo algo que no nos corresponde, cuando no es así. Se sabe que existe una brecha de género en la confianza o autoestima, que afecta también al ámbito laboral. Como se explica en el libro “This book could fix your life”, de Helen Thomson, en un estudio realizado en las Universidades de Cornell y Washington State University demostraron que las mujeres puntuaban sus habilidades en ciencia por debajo de cómo se puntuaban los hombres (6.5 vs. 7.5 sobre 10) antes de hace un test, incluso después de haberlo realizado, la percepción de las mujeres era peor (5.8 vs. 7.1 de los hombres). Sin embargo, en los resultados de los tests, no había diferencias significativas entre géneros. Pero esta falta de confianza en nosotras mismas, nos hace tener una desventaja frente a ellos (no pedir un aumento salarial, no presentarnos a alguna convocatoria de un nuevo trabajo/beca/premio etc.).

 

 

Ana: sí, las mujeres solemos justificarlo de muchas maneras, ‘es que a mí ese tipo de poder no me interesa’, ‘es que nosotras hacemos las cosas por otros motivos’. La incomodidad que provoca nos mantiene en el margen, intruders y outsiders que decimos una compañera y yo en un paper sobre el papel de las mujeres en la academia y en la ciencia. Además, cuando reclamamos nuestro papel nos califican como ambiciosa, y ese adjetivo nos califica como impostora dentro de nuestro género. Si un hombre aspira a que se le reconozca sus méritos es consustancial a su trayectoria, en cambio una mujer está infringiendo el papel subordinado que se espera que defina su carrera; se le tendría que reconocer más tarde por una labor silenciosa y aplicada. 

 

 

Mariana: Si, en general, en las mujeres de mi entorno, noto que hay un rechazo en aceptar elogios y el reconocimiento por sus méritos. Como que no quieren llamar la atención y le quitan importancia. Como si lo que han hecho no fuera suficiente y que se esperaba más de ellas.

 

 

Laia: Sí, en entornos laborales he visto como el que asciende es el único hombre del grupo, y que el resto de mujeres con igual capacitación consideran oportuno ceder ese espacio porque se sentirían incómodas en ese rol. También he visto a compañeras rechazar charlas, clases o ponencias porque no se creen merecedoras, y compañeras que infravaloran sus capacidades de retorno al entorno laboral tras la maternidad. 

 

 

Elena: Sí, en mujeres de mi entorno y de diferentes rangos de edad lo he podido percibir. He tenido ejemplos muy cercanos de mujeres con una carrera profesional muy desarrollada y de éxito que después de tantos años no aceptan el reconocimiento de sus méritos. 

 

 

4.¿Qué haces en tu día a día para superar el síndrome de la impostora?

 

 Elena MC: Intento meditar, decirme afirmaciones positivas, pero sobre todo… no dejar de hacer las cosas. Si tengo un reto profesional delante, que nunca antes había hecho, como moderar la mesa redonda el día de nuestro lanzamiento, intento atreverme a ello. Porque seguramente lo pase mal unos meses dándole vueltas a la cabeza, diciéndome que podría haberlo hecho mejor o recordando momentos donde podría haber dicho o hecho otra cosa, pero sé que la próxima vez lo haré mejor. Intento que el miedo no me paralice y sigo enfrentándome a retos laborales cada vez más complicados.

Ana: Trato de identificar las causas y revertir la sensación de incomodidad, trato de buscar estrategias para poner de manifiesto al grupo que estoy siendo objeto de ese comportamiento desigual y, finalmente, estoy vigilante para reconocer cuándo otras compañeras se encuentran en esa posición para tratar de apoyarlas o aconsejarlas según el caso.

Mariana: Yo intento identificar cuando estoy en una línea mental de pensamientos de este tipo. Intento parar y “llamarme a la razón”, ¿dónde están las pruebas de que no seré capaz de hacer X? ¿Porque creo que no tengo la capacidad para X?” Y acordarme de mis experiencias pasadas y de que si soy capaz de X. Si estoy delante de algo nuevo, intento convencerme a aceptar de que puedo hacer cosas no perfectas y que eso no significa nada más sobre mí misma. Investir en mi confianza, y en tener afirmaciones positivas sobre mi misma.

Laia: Me digo a mi misma que si miles o millones de personas han hecho algo antes que yo, significa que seguramente yo también pueda hacerlo. También ayuda tener a alguien de confianza que te ayude a ver las cosas con perspectiva. Por último, intento comunicar verbalmente mi valoración positiva del trabajo de los demás, especialmente el mi compañeras.

Elena: Desde que puse nombre  a este mal hábito siempre intento aceptar los agradecimientos o reconocimientos que recibo de los demás. También me tomo con más sentido del humor comentarios o micromachismos del día a día en el trabajo para que mi autoestima no se vea afectada. Pienso que sentirme bien y valorada es algo que depende de mí misma y no tanto de los demás. Aunque es algo difícil, espero con el tiempo felicitarme a mí misma sin sentirme mal cada vez que consiga un éxito y, desde luego, no maltratarme mentalmente por los fracasos. 

Desde WGH Spain queremos agradecer a las compañeras que han compartido con nosotras estos relatos y reflexiones. 

¡Esperamos que os sean útiles!

 

Bibliografía:

 

  1. Martínez Hernánz M, Herrera de la Muela M, González Estecha M, Impostor Syndrome as a Risk Factor in the Development of Psychiatric Symptoms in Female Doctors. Gender Equity in the Medical Profession. 2020. DOI: 10.4018/978-1-5225-9599-1.ch010
  2. Heilman, Madeline y Wallen, Aaron S. (2004). Penalties for success: Reactions to women who succeed at male gender-typed tasks. Journal of Applied Psychology, 89: 416–427.
  3. González Ramos, Ana M. y Nora Räthzel (2023) Intruders and Outsiders in Academia: The Intersections of Gender and Class. In Blair, Alasdair; Evans, Darrell; Hughes, Christina; Tight, Malcolm (ed.) “International Perspective on Leadership in Higher Educations”. Emerald Publishing, p. 77-94
  4. Valls-Llobet C. Mujeres Invisibles para la Medicina: Desvelando Nuestra SaludMadrid: Capitán Swing; 2020.
  5. Thomson H. This book could fix your life: the science of self-helpNew Scientist; 2022

 

 

 

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