Entrevista a Bombo N’dir, Mediadora intercultural e investigadora

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Bombo N’dir, mediadora intercultural e investigadora:

“Hay demasiada violencia institucional contra las mujeres migrantes, y eso muchas veces no forma parte de las reivindicaciones del feminismo blanco”

La galardonada con la Cruz de Sant Jordi en 2023 denuncia las carencias en la atención pública a las personas migrantes y la visión “capacitista” de Europa.
Abril 2025 / WGH Spain Comunicación: Jose Vázquez

Bombo N’dir es una mujer senegalesa que se define como “una activista por la igualdad de derechos de las mujeres y de las personas migrantes”. Y no le falta razón. En su país, trabajó en una cooperativa como profesora para empoderar a mujeres en diferentes profesiones y dotarlas de conocimientos y habilidades para ser más independientes. En España, a donde llegó en 1998, creó la Asociación de Mujeres Inmigrantes Subsaharianas en 2004, que preside en la actualidad. Además, en estos 20 años, aparte de su labor como mediadora intercultural, ha logrado tejer una Red de Migración y Género con otras organizaciones o a construir una Escuela Feminista para hacer frente al racismo y machismo institucionales por la doble victimización de las mujeres migrantes. Por todo esto y más, recibió la Cruz de Sant Jordi, uno de los máximos reconocimientos de la Generalitat de Catalunya, en 2023. En la actualidad, ha regresado de forma temporal a Senegal donde está colaborando en una investigación sobre el tránsito de las mujeres hacia Europa. “Cuando un hombre y una mujer migran, los dos pueden sufrir violencia, pero quien más la sufre es la mujer, con lo que también en el derecho a la movilidad hay desigualdad”, señala, “porque viven más violencia física, sexual, económica, social…, a veces en los países que cruzan o a veces por el propio grupo que las acompaña en el viaje”. En su tiempo libre, el teatro y la confección de muñecas de trapo son dos de sus pasiones, herramientas​que también vincula al activismo con “performances feministas” y muñecas que “expresan y muestran la diversidad de mujeres, de diferentes países, con diferentes colores, con diferentes circunstancias…, de eso hablan mis muñecas”. 

 

Estas muñecas también denuncian la desigualdad y la violencia que sufren las mujeres. En este sentido, hace poco, se celebró el Día Internacional de las Mujeres (8 de marzo). ¿Cuáles serían sus principales reivindicaciones?

En realidad, yo celebro dos días. El primero, el 7 de marzo, porque ese día, en el año 1820, en el pueblo donde nació mi madre en Senegal, que se llama Nder, las mujeres se quemaron vivas para no ser esclavas de los árabes. Por eso, estamos reivindicando que el Estado de Senegal ponga el día 7 de marzo como el otro día para las luchas de las mujeres. Y luego, en Occidente, el 8 de marzo, que es un espacio para las mujeres, para todas las mujeres, en plural, reivindicamos que las hermanas migrantes, negras o de otras culturas, que también están dentro, tengan espacio y se recojan sus demandas, porque el feminismo blanco casi siempre se pone delante y habla por nosotras.  

 

Este es un tema recurrente en la historia del feminismo, pero ¿sigue ocurriendo hoy en día en este país?

Sí, porque hay todavía demasiada violencia institucional contra las mujeres negras y migrantes, y eso muchas veces no forma parte de las reivindicaciones del feminismo blanco. 

 

¿Podría poner algún ejemplo?

En el ámbito sanitario, hay unos déficits y estereotipos muy grandes. Para empezar, la investigación se centra en personas blancas y luego en la formación médica y enfermera, el conocimiento se basa en esto y no hay competencias para atender a las personas migrantes que, por ejemplo, pueden tener mucha patología mental por la situación laboral, las relaciones sociales, los estereotipos, la discriminación…. Todo eso nos afecta y es salud, aunque muchas veces no se tenga en cuenta. El personal sanitario está haciendo un trabajo fabuloso para ayudar, para salvar vidas, pero necesita más herramientas y habilidades para atender a personas que son de otro origen, que no son de origen blanco y occidental. Y esto no solo pasa en el sistema sanitario, es algo institucional, faltan habilidades para entender y atender a personas de otras culturas.

 

Siguiendo con las reivindicaciones, si las mujeres migrantes encabezasen la marcha del Día de las Mujeres, ¿qué lema llevaría su pancarta?

El derecho a una atención sanitaria e institucional de calidad y con igualdad para las mujeres migrantes. Yo llevo 26 años en España y no puede ser que en todo este tiempo no se hayan solucionado estas cuestiones, porque somos muchísimas mujeres migrantes en Europa y todavía no se conoce nuestra realidad ni se aceptan las capacidades que tenemos. Por eso, priorizaría el derecho a la atención sanitaria a la salud de las mujeres migrantes, incluyendo la salud mental. Estoy muy contenta con la atención sanitaria que hay, pero aún falta mucho respecto a las competencias y habilidades profesionales para atender a las mujeres migrantes. 

 

Esto conecta también con el Día Mundial de la Salud, que se celebra en abril. ¿Cuáles serían los principales problemas de salud de las personas migrantes en España?

Lo primero, la salud mental, por las cuestiones que ya comenté. Luego hay patología crónica, como diabetes, por ejemplo, donde hay dificultades para el seguimiento por cuestiones que se relacionan con la lengua y la cultura. Esto afecta también a la salud en general, porque es muy difícil expresar lo que sientes y tus síntomas en una lengua que no es la tuya y la atención es muy rápida, cinco minutos y ya está. Antes, había un perfil profesional que era la mediadora intercultural que ayudaba en los encuentros entre profesional y paciente, pero desapareció porque las instituciones piensan que no tiene utilidad. Y luego también están los estereotipos en la atención, por ejemplo, que la mujer negra aguanta mucho el dolor y se le da un trato diferencial en este sentido. ¿Por qué? Si tenemos los mismos órganos y sensibilidad que las mujeres blancas. 

 

He leído que también es crítica con la cooperación al desarrollo y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

Yo tengo mucha esperanza en la Agenda 2030 y sus objetivos, pero creo que para alcanzarlos hay que implicar a las personas, a todas las personas, y tener en cuenta sus necesidades, no que las decidan otras personas. Mira, por ejemplo, todos los objetivos hablan de las mujeres y de la infancia, pero ¿por qué no nos implican en la detección de necesidades, en las soluciones, en los proyectos…? ¿Por qué no facilitan que las mujeres organizadas, las organizaciones de mujeres migrantes, también tengan capacidad para recoger sus necesidades y expresar lo que sienten?

 

¿Y cuál sería la respuesta a ese por qué?

Hay muchos factores, pero hay una visión europea capacitista, es decir, se considera que las personas no tienen el mismo nivel si no han pasado por la universidad y de este modo no se tienen en cuenta los saberes situados en la vivencia, en la experiencia, en la tradición oral. Este es uno de los problemas de Occidente, que no recoge la oralidad, y en África todo era oral, porque es una capacidad que tenemos y te puedo explicar lo que ha pasado en siete siglos sin necesidad de que esté escrito. Europa no lo considera y eso nos aleja, porque ya no hablamos de tú a tú, estamos hablando siempre de que tú me explicas lo que yo tengo que hacer. Soy muy crítica con la cooperación internacional, sí, porque llevamos muchísimos años con ella y no estamos cumpliendo objetivos. Entonces, creo que Occidente tiene que hacer autocrítica y preguntarse qué está pasando. Porque, finalmente, en el pasado nos colonizaron y ahora nos siguen colonizando de otra manera. Esa es mi crítica, porque la cooperación internacional o los Objetivos de Desarrollo Sostenible son una imposición, yo te digo lo que tú tienes que hacer.

 

¿Qué se podría hacer al respecto?

Tenemos que sentarnos en la misma mesa, de igual a igual, con participación real de las personas que sufren los problemas y que pueden aportar soluciones. Más ahora, con todo lo que está pasando en el mundo y en Europa, con la subida de la extrema derecha y también del racismo y del machismo. Ojalá que toda la sociedad civil se levante para que no volvamos al pasado, porque un país no puede olvidar su pasado, su historia, que tiene que estar presente para que este avance de la extrema derecha pueda pararse. Yo seguiré luchando, porque yo soy activista, y el activismo no tiene una fecha de caducidad. 

 

Por último, Bombo, ¿de qué está hasta los ovarios?

Estoy hasta los ovarios del racismo y del capacitismo, que hace que otras personas decidan por nosotras y por nuestros cuerpos. Basta ya. Queremos ser iguales, libres y poder decidir sobre las cuestiones que nos afectan. 



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