Entrevista a Carme Valls, Endocrinóloga.

#HASTALOSOVARIOS

Carme Valls, endocrinóloga:

“En la consulta, todavía a las mujeres se nos trata como víctimas, y a las mayores, además en diminutivo, pero yo no me he vuelto diminuta, simplemente soy mayor y ya está”

La doctora acuñó el término “morbilidad diferencial” para reivindicar las desigualdades existentes en la investigación y la atención sanitaria de las mujeres.
Febrero 2025 / WGH Spain Comunicación: Jose Vázquez

La doctora Carme Valls, médica especializada en Endocrinología, lleva prácticamente toda su vida profesional investigando sobre las diferencias de género en la salud y en los servicios sanitarios. “Cuando comencé a trabajar, había una ciencia supuestamente neutra, pero no era neutra, en realidad era androcéntrica, porque se había estudiado solo al varón y entonces no se sabía bien quién era la mujer”, señala. Cuarenta años después, Carme Valls es una de las principales divulgadoras de la “morbilidad diferencial”, no solo con su práctica clínica e investigadora, también a través de una asociación de profesionales llamada RedCAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios) que intercambia información sobre la salud de las mujeres y reflexiona sobre los sesgos de género. Aparte, Carme da clases en la Universidad y es autora de varios libros, como “Mujeres, salud y poder” o “Mujeres invisibles para la medicina”. “Todavía no me he jubilado y me resisto a dejar la asistencia, porque la asistencia me ha dado la fuerza de saber y de mejorar la vida de las personas si aplico la ciencia de la diferencia”, comenta con entusiasmo. Este entusiasmo es vital y va más allá del trabajo. “Me apasiona leer, pero leer muchas cosas, también novela policiaca, creo que porque lo que me ha apasionado toda la vida es encontrar el porqué de cualquier cosa”. Quizá por eso, cuando se jubile, escriba una novela “que tengo en mente” y se ponga a bailar, “pues me hubiera gustado bailar más de lo que he bailado”. “Voy pensando en qué grupo me podría meter, quizá uno de country”. 

 

Carme, ¿cuándo comienza a darse cuenta de las diferencias en la salud de mujeres y hombres?

Yo estaba en la consulta de endocrinología y, en la sala de espera, el 80% eran mujeres. Y les pregunté a mis compañeros y compañeras “¿os habéis fijado que aquí hay más mujeres que hombres?”. Y me dijeron “ah, es verdad, es cierto, no nos habíamos fijado”. Tampoco en los libros ni en las mismas revistas científicas ponían el sexo de las personas que se atendían y, por lo tanto, no había una conciencia ni una ciencia de que algunas cosas eran de predominio en mujeres y otras en hombres. Allí empecé a ver que lo que realmente estaba ocurriendo en la realidad no nos lo habían explicado en la Facultad de Medicina. 

 

Usted empezó a detectar estas diferencias hace décadas…

Efectivamente. Parece que esto es nuevo para alguna gente, pero se lleva hablando de esto desde hace casi 40 años. Por ejemplo, en la Estrategia Cardiovascular del Ministerio de Sanidad, ahora por fin se reconoce la diferente sintomatología. Esto fue lo primero y lo más llamativo, lo cardiovascular: muchas mujeres murieron con dos coronarias tapadas porque se las envió de vuelta a su casa al considerar que con la sintomatología que declaraban nunca podían tener un infarto. Esto se denunció y se publicó en el año 1990, han pasado 35 años. Bernadine Healy, la cardióloga americana, fue la primera que lo dijo.

 

¿Qué supuso ese hallazgo para usted?

Pues fíjate que junto cuando ella publica eso, en Cataluña, hacíamos el primer congreso de “Mujer, Calidad y Vida” para denunciar, por ejemplo, que la menstruación no se tenía en cuenta para nada en medicina y había toda una parte de las mujeres menstruantes, también muy relacionada con la calidad de vida, que no se veía ni atendía. Eso forma parte de las diferencias.

 

¿Qué más diferencias podríamos destacar?

Poco a poco, a medida que hemos ido estudiando, hemos encontrado diferencias en la evolución de diferentes enfermedades, como las cardiovasculares, que se llegó a ver que los ictus eran tres veces más frecuentes en mujeres que en hombres con lo que, aunque las mujeres vivan más, lo hacen con peor calidad de vida. También se han encontrado diferencias en cómo evolucionan otras enfermedades, como los cánceres de pulmón o el Parkinson. El metabolismo, las hormonas son diferentes, y ahora sabemos que en edad reproductiva hay muchos estrógenos y los estrógenos aumentan la autoinmunidad, entonces no siempre son beneficiosos, a veces son exageradamente dañinos. Toda la lista de enfermedades autoinmunes es de predominio femenino, menos la espondiloartritis anquilopoyética que es de predominio masculino. 

 

Es lo que usted llama “morbilidad diferencial” de mujeres y hombres. 

Sí, acuñé el término “morbilidad diferencial” entre mujeres y hombres, y eso sirvió para que me dieran el título honoris causa en la Universidad de Girona. Actualmente estamos viendo que los tejidos humanos también diferencian las proteínas según sean de mujeres u hombres, y eso no se sabía. Y lo último que tenemos es que el endotelio de las arterias, por ejemplo, del corazón, es diferente en mujeres y hombres, y las enfermedades, por ejemplo, la COVID-19, afecta diferente el endotelio de las coronarias de mujeres y hombres. 

 

¿Por qué ocurre eso? 

La parte interna de la coronaria, que es como si fuese una cañería, es más afectada por virus, bacterias y déficits hormonales en las mujeres, mientras que en los hombres sufre más afectación la parte externa de la cañería, es decir, la musculatura de la arteria coronaria. En 30 años, hemos ido de lo más macro a lo más micro, y en lo más micro se están viendo también diferencias. Por ejemplo, en el funcionamiento celular y en cómo los micro plásticos afectan a la salud, que es diferente también en mujeres y hombres. O sea, yo necesito 30 años más, que no los tendré de vida, para poder entender.

 

¿Estos hallazgos han cambiado la forma en que ahora se investiga y se atiende a las mujeres o sigue siendo la ciencia androcéntrica, centrada en el hombre, como señalaba antes?

Ha cambiado menos de lo que desearía, pero está cambiando. Este es un tema de género que afecta a la ciencia, porque la biología ha sido la misma. Seguro que las mujeres neandertales tenían las mismas coronarias y las mismas hormonas, pero que no viéramos esto, que en medicina había un prejuicio para investigar, es un tema de género. Entonces, está cambiando porque ahora, para investigar, si no incorporas el género y el sexo no te dan dinero. También las revistas científicas buenas, dirigidas por mujeres, han hecho mucho trabajo en este sentido. Marcia Angell, en la revista científica The Lancet, por ejemplo, estableció que no se aceptarían trabajos que no incluyan mujeres y hombres, y que expliquen también qué les ha pasado.

 

Esto en lo que se refiere a la investigación. ¿Y en la práctica clínica y cotidiana?

También menos rápido de lo que nos gustaría, pero se está avanzando. Por ejemplo, en la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, hay un grupo que trabaja el género en la atención sanitaria. Tengo que mencionar también a la RedCAPS que, desde hace 20 años, esta asociación de mujeres empezó a difundir estas diferencias. 

 

¿Qué habría que hacer para que estos hallazgos lleguen realmente a la ciudadanía?

Por un lado, divulgación. Hace 30 años decidí que me dedicaría a divulgación. ¿Por qué? Porque las mujeres sí nos han hecho caso. En conferencias o con los libros que he publicado, las mujeres los leen y se miran sus síntomas, luego van a su médica y le dicen, yo hace mucho tiempo que le digo que estoy cansada, mire lo que dice esta doctora de este libro que, si estoy cansada, tengo estreñimiento y se me cae el pelo de las cejas, a lo mejor es un tema de tiroides, ¿me lo puede mirar, por favor? Se lo miran y efectivamente, encuentran el problema. 

 

¿Aparte de la divulgación, alguna otra propuesta? 

Animo a todas las personas jóvenes a continuar investigando, porque es apasionante ver la cantidad de ciencia que no sabíamos y ahora tenemos. Y a la ciudadanía, que no se rinda, que continúen buscando soluciones a sus síntomas que, a veces, no las tiene la medicina y están en una asociación de mujeres o de jóvenes del barrio porque quizá necesitan mejorar su vida social o emocional. En definitiva, falta ciencia en los profesionales y falta más ciencia también entre la ciudadanía, que ha de estar bien informada y a la que debemos atender como personas y no como víctimas. Porque todavía a las mujeres se nos trata como víctimas y como inferiores, y a las mujeres mayores, no veas, además nos tratan en diminutivo, ponga la manita aquí, ponga el piececito aquí… No, perdona, yo no me he vuelto diminuta, simplemente soy mayor y ya está. El trato es muy importante porque cambia la manera en que las personas se sienten a sí mismas. 

 

Terminamos ya con nuestra última pregunta, ¿de qué está Carme Valls hasta los ovarios?

De la indiferencia, indiferencia de los que se dicen científicos, están arriba de todo, y no reaccionan ante estos hallazgos y no hacen cambios para que la salud mejore.

 

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